HOLAAA

HOLAAA
Les enseñaré una manera muy fácil: hagan su trabajo pensando que el trabajo también pertenece a Dios. No fijen su mente en la tarea, pensando "es mi trabajo". Piensen que todas las acciones que hacen, las hacen para Dios. Ofrézcanlo todo a Sus Pies. Crean, y díganselo a ustedes mismos, "todo lo que hago lo hago por amor a Dios".

Unión Mística Ahora los sutras - Osho

EL CAMINO SUFI


Puliendo el Espejo del Corazón


 Aquí te presento los sutras, la segunda parte del artículo Unión Mística Sufí, armé extrayendo la información de Osho que a mi criterio era importante para estos tiempos, sobre todo si nunca has leído Mística y te interesarías saber algo o quizás Iluminarte. Mi intención es que te sirva como guía para tu Espiritualidad y lo acompañes con el Yoga si así quisieras y tomes conciencia del conocimiento que nos brinda Osho. Namaste !



Segunda Parte: 
Ahora los sutras.


Tratamos de razonar nuestro camino hacia él:
no funcionó;
pero en el momento en que nos rendimos.
ningún obstáculo quedó.

 Hakim Sanai era un hombre de carácter, un hombre religioso. Lo había intentado intensamente, había probado todos los modos posibles de llegar a Dios. Era un hombre muy inteligente, con mu­chos conocimientos, conocido como un hombre sabio. Era una persona muy capaz y racional. Había tratado de llegar a Dios por medio de la razón de todos los modos posibles.

 Pero nadie ha llegado jamás a Dios por medio de la razón. Ésa no es la puerta hacia él, es la pared que te lo impide. La razón es perfectamente capaz de conocer lo superficial, pero no puede bu­cear en las profundidades. Sólo sabe nadar en la superficie. La ra­zón es perfectamente buena en lo que concierne al viaje hacia afue­ra, pero es totalmente impotente en lo que concierne al viaje hacia adentro.

 La razón es buena y adecuada si quieres saber acerca de la mate­ria. Pero es totalmente incapaz si quieres saber algo acerca de la consciencia. La razón puede medir, pero la consciencia no se puede me­dir. La razón puede pesar, pero la consciencia no tiene peso. La ra­zón puede ver, pero la consciencia es invisible. La razón tiene los cin­co sentidos a su servicio, pero la consciencia está detrás de los cinco sentidos. No la puedes tocar, no la puedes oler, no la puedes degus­tar, no la puedes oír, no la puedes ver: está detrás de estas cinco ven­tanas de los sentidos que se abren hacia fuera.

 Puedes ver la luz del sol, pero no puedes ver tu luz interior con tus ojos. Puedes oír cantar a los pájaros, pero no puedes oír cantar a tu propio corazón.
La razón es capaz de medir. Así es como la palabra «materia» co­menzó a existir. «Materia» significa lo que puede ser medido: «men­surable» es el significado de la palabra «materia». La razón mide, en­tonces cualquier cosa que pueda caer en la trampa de la razón es materia. Pero hay cosas que no son mensurables. ¿Cómo medir el amor? ¿Cómo medir la consciencia? Lo inconmensurable está allí. Pero si insistes en usar sólo la razón para conocerlo, permanecerás  ignorante de lo inconmensurable. Entonces permanecerás ignoran­te de Dios.

Hakim Sanai dice:

Tratamos de razonar nuestro camino hacia él:
no funcionó ...

No puede funcionar... su naturaleza es inadecuada. La lógica no puede sacar conclusiones acerca de lo incognoscible. La lógica en­tra en el mundo de lo conocido; la lógica no puede dar un salto cuántico hacia lo desconocido.

 ¿No lo has observado? Tu mente sólo puede pensar en lo cono­cido. ¿Cómo pensarías en lo desconocido? Si es desconocido, no hay modo de pensar en ello. El pensar está basado en lo conocido. Por eso pensar es repetitivo, se mueve en un círculo. Sí, puede se­guir refinando lo conocido, puede seguir refinándolo más y más, puede seguir puliendo lo conocido, pero nunca puede llegar a co­nocer lo desconocido.

 Como máximo, puede sacar conjeturas acerca de lo desconoci­do. Pero una conjetura es una conjetura, nunca puede volverse una certeza. Nunca te dará fe, no puede convertirse en confianza, por­que en el fondo sabes que es una conjetura, podría ser así, podría no ser así. No puede convertirse en una roca sobre la cual se puede levantar el templo de la vida. No, sigue siendo dudoso. Toda conjetura está enraizada en la duda: quizás sea así, quizás no.

Hay tres capas de existencia. Una es lo conocido: una parte ilu­minada muy pequeña, un punto iluminado muy pequeño que he­mos llegado a conocer. Luego, rodeándolo está lo desconocido in­finito, una gran noche de oscuridad. Pero acerca de lo desconocido podemos hacer unas pocas conjeturas, podemos inferir, porque lo conocido y lo desconocido no son cualitativamente diferentes. Lo que hoy es conocido ayer era desconocido, y lo que hoy es desco­nocido quizás se vuelva conocido mañana. Así que lo conocido y lo desconocido son correlativos; son de la misma familia.

 La ciencia vive en estos dos mundos, lo conocido y lo desconocido. Basas tu razonamiento, tu conjetura, tu inferencia en lo conocido, y en­tonces puedes deducir algo de lo desconocido y puedes llegar a entrar en la oscuridad e iluminar un poco más de territorio.

Pero hay algo más, el tercer reino: lo incognoscible. La lógica puede funcionar perfectamente en lo conocido; funciona sólo par­cialmente en lo desconocido, a manera de conjeturas; y no puede funcionar en absoluto en lo incognoscible. Lo incognoscible está más allá de la lógica, más allá de la razón, más allá del conocimien­to, más allá de la mente. Y lo incognoscible es Dios.
Sufismo
Sufismo


 Recuerda, Dios no es desconocido. Si Dios fuera desconocido entonces la ciencia lo conocería algún día. Dios es incognoscible. Sí, Dios puede ser experimentado y vivido pero no puede ser cono­cido, no se lo puede reducir a un conocimiento, no se lo puede re­ducir a una hipótesis, no se lo puede reducir a una fórmula como H2O.

 Dios sigue siendo un misterio. Hasta para aquellos que lo han experimentado, Dios sigue siendo un misterio. De hecho, cuanto más profundamente entras en él, más profundo se vuelve el miste­rio. Cuanto más penetras en él, más y más desapareces. Un día, no es que Dios es conocido, por el contrario, el conocedor desaparece. El conocedor se disuelve tal como una gota de rocío se desliza ha­cia el océano.

  En el mundo de la ciencia lo desconocido se transforma constan­temente en lo conocido. Y se tiene la esperanza de que un día lo des­conocido desaparecerá completamente y todo será conocido.

 En el mundo de la religión la historia es totalmente diferente, diametralmente opuesta. No es que desaparece lo desconocido sino que desaparece el conocedor. Y un día todo se vuelve incognoscible. Lo incognoscible es incognoscible, lo desconocido se vuelve incog­noscible, y lo conocido también se vuelve incognoscible. Entonces el misterio es total y absoluto.

Tratamos de razonar nuestro camino hacia él:
no funcionó;
pero en el momento en que nos rendimos.
ningún obstáculo quedó.

 Dios sucede en un estado de soltar, en la entrega. No puedes buscar a Dios... la búsqueda sigue siendo racional, toda búsqueda está basada en la mente. La mente es la gran buscadora. Y toda bús­queda, toda indagación está basada en la curiosidad.  

 Y en el fondo, detrás de toda tu búsqueda está el ego: «Quiero convertirme en un conocedor». No saber, duele; permanecer igno­rante, duele. El ego quiere gratificarse. Y el ego no puede conocer a Dios, porque el ego es la barrera. No estamos separados de la exis­tencia pero el ego nos ha dado la ilusión de estar separados. El ego significa simplemente la ilusión de estar separados de la existencia.

Entregarse es abandonar la ilusión de la separación. Soltar signi­fica: «yo no soy más». Soltar significa: «me disuelvo». Soltar signifi­ca: «abandono toda búsqueda, toda indagación». Soltar significa: «sólo estaré pasivo y disponible». Y entonces sucede. 

 Así es cómo le sucedió a Sanai. Mirando a los ojos a ese hom­bre, Lai-Khur, escuchando sus extrañas palabras, escuchando su ex­traña música, sintiendo su presencia... sucedió. Y Sanai había tra­bajado toda su vida y no se había acercado nada. Y luego, de la na­da, en la presencia del maestro Lai-Khur, simplemente sucedió por sí mismo.

 Debe haber sido un shock para él cuando Lai-Khur dijo: «¡Ha­kim Sanai, eres un ciego!». Nadie le había dicho eso nunca a Hakim Sanai. Era respetado y se pensaba que era un sabio; hasta reyes y emperadores solían pedir su consejo. ¡Y este loco, este mendigo, lo llama ciego! Debe haberle causado un shock. En ese shock su mente se detuvo. Fue casi como un shock eléctrico.

Si estás disponible para la energía del maestro, ésta es un shock eléctrico. Puede destrozar tu mente. Puede crear un caos: un caos hermoso, un caos del cual nacen estrellas. Y el impacto de Lai-Khur creó un caos así.

 Sanai desapareció. Por un momento no estuvo allí. Sólo el maestro y su presencia, y esas grandes olas que venían del maestro... él se ahogó. Fue un momento de soltarse. Y Dios vino en la forma de Lai-Khur. Dios vino a través de la flauta de Lai-Khur.

... pero en el momento en que nos rendimos
ningún obstáculo quedó
Él se presentó a nosotros...

 Cuando estás en un estado de soltarte, Dios viene. El hombre nunca llega a Dios. Éste es uno de los fundamentos del Sufismo siempre es Dios el que llega al hombre.
Dios está constantemente tratando de llegar a ti, pero no lo dejas. Estás muy cerrado, nunca dejas tus ventanas abiertas. Estás cerrado con fuerza, nada puede entrar en ti; estás cerrado herméticamente. Dios está intentando llegar a ti por todos los medios, como una madre que busca a su hijo. Pero tú no estás disponible, no estás presente. Tienes mucho miedo y estás muy a la defensiva.

 Sucede casi todos los días. Cuando te inicio en sannyas, trato de llegar a ti. Pero muy raramente aparece alguien que esté disponible. Muy raramente puedo encontrar un modo de llegar a tu corazón.

Pero cuando sucede, inmediatamente ya no eres el mismo. A veces sucede, una persona está disponible y abierta, no se está defendiendo, deja caer la armadura que todos llevamos siempre.
Tenemos tanto miedo de la gente, tenemos tanto miedo del amor, tenemos tanto miedo de los otros, que nos mantenemos a distancia. Eso se vuelve un hábito. Cuando llegas frente a un maestro, ese hábi­to está allí.

 Hace sólo dos noches había un joven sannyasin que volvía a su hogar. Le pregunté: «¿Cuándo te vas?», y no me contestó. Le pre­gunté: «¿Cuándo volverás?», y él no me respondió. Luego le pedí que se acercara, «así puedo tocar tu cabeza.» Él ni siquiera se acer­có a mí: totalmente cerrado, no me dio ninguna apertura.

 Éstos son sólo modos de encontrar una apertura. No importa cuándo te vas, si hoy o mañana. Sólo te pregunto para que me pue­das dar una pequeña apertura. Empiezo la comunicación para po­der convertirla en comunión.

 Pero él no estaba listo para decir nada. No hay nada de malo si no quieres decir nada, está perfectamente bien. El silencio puede ser inmensamente hermoso. Pero el silencio debe ser abierto, sólo entonces es hermoso; de otro modo es la cosa más fea que hay. Él tenía miedo de decir cualquier cosa, tenía miedo de pronunciar una palabra, porque si lo hacía, yo encontraría una entrada. Al menos para pronunciar esa palabra se tendría que haber abierto un poco.

 No habría estado tan mal si hubiera sido un silencio abierto; ha­bría sido tremendamente hermoso. Pero no fue un silencio abierto; si lo hubiera sido, él se habría acercado. Lo estaba llamando para que se acercara y él no lo hizo. Quería tocarlo, porque si las pala­bras no podían llegar a él quizás mi presencia hubiera podido. Pero él tampoco permitió eso.
Dios está tratando de llegar a ti. Y cuando estás en la presencia de un maestro, Dios está tratando intensamente de llegar a ti.

Dice Sanai:

El se presentó a nosotros por bondad ...

 Porque Sanai no iba en busca de Dios, él iba en un viaje de con­quista con el rey, sucedió de la nada, súbitamente. Ese canto, esa danza, la música de Lai-Khur: fue tomado de sorpresa. Imagínate, allí había mucha gente. El sultán estaba allí pero se lo perdió, no es­taba abierto. Hakim Sanai lo captó. Él estaba abierto, permitió que sucediera, no se resistió.

Él se presentó a nosotros por bondad ...

 Recuerda: Dios no viene a ti porque lo merezcas. ¿Qué mérito pue­des tener? No porque te lo hayas ganado, no porque lo merezcas, só­lo porque él es bondadoso. Él es Rahim, él es Rahman, él es compa­sivo. Estos son los nombres Sufis de Dios. Rahim significa compasivo, Rahman, nuevamente, significa compasivo, misericordioso, bondado­so. Él viene a ti por su bondad. Él no viene por tus esfuerzos; él viene por tu entrega.

¿De qué otro modo podríamos haberlo conocido?

Sanai dice: «Ahora puedo decir que no había modo de conocer­lo. Lo había intentado de todos los modos posibles; lo había bus­cado de todos los modos racionales». Si adhieres a la razón, inevi­tablemente te volverás ateo, tarde o temprano. O te volverás un hi­pócrita. Ésa es la gente que hay a tu alrededor. Aquellos que están tratando de llegar a Dios a través de la razón y de la mente inevi­tablemente caen en estas dos categorías: o se vuelven hipócritas, los así llamados religiosos, a esta gente la encontrarás en las iglesias, los templos, las mezquitas y gurudwaras, leyendo el Corán, el Gita y la Biblia. Éstos son los así llamados religiosos, los hipócritas. Son deshonestos; no han encontrado nada, pero ni siquiera están listos para aceptar que han fallado. No están listos para aceptar el fracaso de su ego y en consecuencia, han empezado a creer. No han encontrado nada pero creen. Esta creencia es falsa, hace que la per­sona sea falsa.


Sufismo
Sufismo  


  Por eso todas las personas así llamadas religiosas son falsas; son feas: una cosa en la superficie y en el fondo otra cosa totalmente di­ferente. En el fondo, mil y una dudas, y en la superficie tan solo una creencia pintada. No sale de su ser, no es parte de su vida. No ha crecido en ellos, no está basada en una experiencia existencial. Han creído por miedo, han creído por frustración. Creyeron porque no pudieron llevar adelante su investigación, estaban cansados, perdie­ron el coraje, estaban descorazonados. Y tampoco tienen la sufi­ciente autenticidad como para decir: «Hemos tratado y no lo he­mos encontrado. Entonces quizás él no existe».

 Ésa es la otra categoría: el ateo. El ateo al menos es verdade­ro; al menos es sincero y honesto. El teísta ni siquiera es hones­to. El teísta está en un dilema: cree en la honestidad, pero se basa en la deshonestidad.

Ahora en todo el mundo tus iglesias, tus sacerdotes, continúan enseñándote: «Sé honesto y cree en Dios». ¿Y has pensado alguna vez que estas dos cosas no pueden existir juntas? Sé honesto y cree en Dios: éste es un dilema, estás creando una contradicción. Si la persona tiene que ser honesta no puede creer en Dios porque, ¿qué significará la creencia para una persona honesta? O lo sabes o no lo sabes. Si lo sabes, no hay necesidad de creer: ya lo sabes. Si no lo sa­bes, ¿cómo puedes creer?

 Si la persona tiene que ser honesta, no puede creer, es necesario que no crea. Y si la persona tiene que creer, no puede ser honesta. Ahora has creado una contradicción en el ser de la persona. Esto es lo que reduce a todos a hipócritas. Entonces te conviertes en dos, o hasta en muchos. Entonces pierdes la integridad. Te vuelves dual: dices una cosa y haces otra, haces una cosa y dices lo contrario. Nunca eres uno. Y cuando no eres uno, nunca eres dichoso.

La dicha es producto de la unidad.

 La razón no lo puede encontrar. La razón no es la única puerta que hay en tu ser, en tu ser hay puertas más profundas. ¿No eres consciente del corazón? ¿No puedes sentir el latido del corazón? ¿No has visto que suceda nada a través del corazón? Cuando miras una flor de loto y sientes la belleza, ¿es por la razón? ¿Acaso la ra­zón puede probar que la flor es bella?

 La razón ni siquiera ha sido capaz de definir qué es la belleza. Para la mente racional no hay belleza. Pero sabes que la belleza exis­te y cuando la ves, te sobrecoge. La mente racional dice que no hay belleza, que es sólo una ilusión, una proyección, un sueño.

 La noche de luna llena: ¿es sólo una ilusión? Su esplendor hip­nótico, ¿es sólo una proyección de tu mente? No puede ser así por­que hasta el océano, que no tiene mente, es afectado. No puede ser así. Cuando el sol se levanta hasta los pájaros son afectados, no pue­de ser sólo la mente y su proyección.

La belleza existe. Pero la razón no tiene modo de acercársele, se siente desde el corazón. ¿Acaso no has sentido la belleza? El amor exis­te: eso tampoco sucede a través de la razón, eso también se siente des­de el corazón. Cuando te enamoras, ¿puedes justificarlo racionalmen­te? ¿Puedes decir qué es el amor? Nadie ha sido aún capaz de hacerlo.

 Dios es todas estas experiencias juntas: la experiencia de la belle­za, la experiencia de la bondad, la experiencia del amor, la experien­cia de la verdad. Todas estas experiencias suceden: no trates de al­canzarlas a través de la razón, suceden a través del corazón. Todas estas experiencias que vienen a través del corazón, la totalidad de ellas se llama Dios. Dios no es una persona sentada en algún lugar allá arriba en el cielo.

 Satyam, shivam, sundaram: ésa ha sido. la definición de Dios en Oriente. Satyam: él es verdad. Shivam: él es bondad. Sundaram: él es belleza.

Éstas san las experiencias que mueven tu corazón. Y Dios es la experiencia suprema a través del corazón. Conocer lo real a través del corazón es el significado. de experimentar a Dios. Conocer lo real a través de la mente es la experiencia de la materia.
La realidad es una.

 Nunca caigas en la falacia de pensar que hay das realidades: ma­teria y consciencia ... Dios y el mundo. No.

 La realidad es una; aquello que es, es uno. Pero te puedes acer­car a ese uno de dos maneras. Tienes dos enfoques posibles. Lo pue­des alcanzar a través de tu cabeza: entonces es materia, entonces la interpretación de la realidad viene en términos materialistas. O puedes alcanzado. a través del corazón, y entonces es consciencia o Dios.

 Éstas san nuestras interpretaciones. Y por cierto que la inter­pretación que viene del corazón es más elevada, más profunda, más honda. Y transforma tu vida: te transporta a otra dimensión de dicha, de bendición.

EL se presentó a nosotros por bondad:
¿De qué otro modo podríamos haberlo conocido?
La razón nos llevó hasta la puerta;
pero fue su presencia la que nos hizo entrar.

 Y recuerda una cosa más: el Sufismo no está en contra de la ra­zón. Ésa es la diferencia entre el enfoque Zen y el enfoque Sufi. El Zen es irracional, dice: abandona la razón, abandónala totalmente. El Sufismo no  es irracional, es supra-racional. Dice: usa la razón, pero sólo te llevará hasta la puerta. No te puede hacer entrar al tem­plo, solo te lleva hasta la puerta. Usa la razón, pero no te dejes atra­par por ella, no te quedes atascado en ella.

 Así es como le sucedió a Sanai. Había usado su razón hasta el máximo de su potencial. Por eso le fue posible a Lai-Khur hacerlo entrar al templo. El sultán se lo perdió porque ni siquiera había usa­do la razón hasta su punto óptimo. Otros también estaban allí, y ninguno lo captó. Solo Sanai lo captó. Él había usado su razón has­ta su punto óptimo, había visto que ésta llega hasta cierto límite, te lleva hasta cierto punto, y luego se queda atascada, luego se agota, y la realidad sigue esparciéndose más allá de ella, entonces la reali­dad es más grande que la razón.

 Usa la razón hasta donde ella puede llevarte, pero no te quedes  allí. Ve más allá de ella.
El Zen es irracional, el Zen es absurdo, ésa es su belleza. El Su­fismo es supra-racional, no es absurdo, ésa es su belleza. Los dos son puertas correctas hacia lo divino. Pero el Zen es negativo, dice: abandona el razonamiento. El Sufismo es positivo, dice: usa el ra­zonamiento pero recuerda siempre que hay algo más allá de él. Nunca olvides el-más allá.

 El Zen es vía negativa, el Sufismo es vía positiva. El Sufismo es totalmente positivo. Entonces, la gente que tiene una inclinación por lo positivo encontrará más fácil tener una afinidad con el Sufis­mo, y la gente que tiene un enfoque negativo y está sintonizada con lo negativo y lo disfruta, encontrará más fácil seguir el camino del Zen. Uno debe decidir. Uno debe observar sus inclinaciones, sus características.

 La razón nos llevó hasta la puerta;
pero fue su presencia la que nos hizo entrar.

 Usa la razón, llega hasta la puerta, y recuerda que lo real aún es­tá por ocurrir. Espera. Espera con tremenda apertura, permanece vulnerable. No te cierres, no empieces a sacar una conclusión. Una conclusión significa que te estás cerrando. Si la razón puede darte una conclusión, de este modo o de aquel, a favor o en contra de Dios, estás acabado; entonces no hay más allá.
Date cuenta de que la razón no es concluyente, y mantente sin sacar una conclusión y espera. Has llegado hasta la puerta, ahora su presencia te hará entrar.

 Éste es el significado de la gran máxima de que cuando el discípu­lo está listo, aparece el maestro. Es posible que Lai-Khur estuviera can­tando, bailando y tocando música sólo para Hakim Sanai. Los modos de obrar de la existencia son misteriosos. La trampa estaba lista para Hakim Sanai: ese hombre estaba listo, había llegado hasta la puerta.

 Lo mismo le sucedió a Ornar Khayyam, otro gran Sufi. Él era un matemático, un gran matemático, un genio. Había usado su ra­zón al máximo, y luego se le hizo entrar. Y el gran matemático se convirtió en un borracho, el gran matemático empezó a hablar de vino, de borracheras, y nació el gran Rubaiyat.

 Leyendo el Rubaiyat de Ornar Khayyam, uno no puede creer que él fuera un gran matemático. Uno no puede concebir qué tipo de matemático era ¡su poesía es tan pura! ¿Cómo puede un matemático alcanzar tal pureza en la poesía? Un matemático es un lógi­co, funciona por medio del silogismo; es muy práctico, muy obje­tivo. No permite que su subjetividad entre en sus observaciones; es muy desapegado. Y la matemática es la única ciencia perfecta en el mundo. 

 Todas las otras ciencias son más o menos, la matemática es la única ciencia perfecta. ¿Cómo puede un perfecto científico vol­verse un Sufi? Pero ahora puedes entender cómo sucedió. Cuando llegas al extremo de tu razón, y si aún estás disponible, si no estás cerrado, si aún no has llegado a una conclusión... de un modo u otro, si aún no re has convertido en un teísta o en un ateo, si aún tienes consciencia de que la razón nunca es concluyente, entonces su presencia te hará entrar. Él aparecerá como un maestro y te ha­rá entrar.

 Y entonces puede pasar en un momento. Cuando uno esta pa­rado en el límite, entonces en un momento puedes entrar en lo in­cognoscible.

 Pero, ¿cómo podrás nunca conocerlo
mientras seas incapaz de conocerte?

 Sólo puedes conocer a Dios si te has conocido a ti mismo. ¿Y dónde estás tú? No estás en tu cabeza, estás en tu corazón. La cabe­za puede caer en coma, y todavía estarás vivo. Hay gente que cae en coma y sigue en coma durante años.

 El corazón parece ser el punto de contacto entre tú y el universo. Es a través del corazón que estás conectado con el universo, y uno tiene que conocer su propio corazón: eso es el autoconocimiento, ése es el significado de «conócete a ti mismo». Porque sólo conociendo tu corazón conocerás el contacto con el universo. Entrando en tu co­razón, serás capaz de entrar en lo supremo.

Uno por uno es uno,
ni más, ni menos:
el error comienza con la dualidad;
la unidad no conoce el error.

 Tienes muchas mentes pero sólo un corazón. ¿Has observado es­te hecho? No tienes una mente; eres multipsíquico, tienes muchas mentes. Ellas cambian constantemente, tu mente cambia a cada momento. En un momento está llena de duda, en otro momento está llena de creencia, y en otro momento está nuevamente llena de duda. En un momento quiere dar el salto, en otro momento esca­pa. En un momento estás tan lleno de amor, en otro momento es­tás tan lleno de enojo y odio.

 Obsérvalo: tienes mil y una mentes, y van rotando. En tu ca­beza hay una especie de sistema de rotación. Por un momento una mente se vuelve el amo, y en ese momento decides algo y piensas que serás capaz de hacerlo. No serás capaz, porque en el momen­to siguiente el monarca se habrá ido. Es un sistema de rotación: ha surgido otra mente, ahora ha surgido otro rayo de la rueda. Y esta mente no sabe nada de la decisión que ha tomado la otra mente.

 Este yo no sabe nada del otro yo, y destruirá cualquier cosa que hayas decidido. En un momento decides no fumar nunca más, en otro momento estás sacando tu paquete de cigarrillos. Y te sorpren­des, hace un momento lo habías decidido, y la decisión parecía ser tan total, tan confiable. Y ahora todo se ha ido, se ha ido por com­pleto, no queda nada de ello. Y estás perfectamente dispuesto a fu­mar otra vez. Y otra vez esa vieja mente volverá y te torturará, y te arrepentirás y pensarás que eres culpable.

 Pero esto seguirá cambiando. La mente es un cambio continuo, es un continuum de muchas mentes. Por eso los que viven en la mente viven una vida desintegrada, fragmentada.

 El corazón es uno, siempre es uno. El corazón significa la consciencia observadora que hay en ti. ¿Quién es el observador de la ca­beza? Trata de meditar sobre esto. Viene el enojo, ¿quién está obser­vando? Sabes perfectamente bien que hay enojo; sabes perfecta­mente bien que está viniendo y creciendo, sabes perfectamente bien que pronto te abrumará. y luego se está yendo, retrocediendo, de­sapareciendo ... sabes que se ha ido. Se ha ido, se ha ido, ya no es­tá más allí. ¿Quién está observando?

  El amor va y viene. Viene la desdicha, viene la felicidad, todo vie­ne y todo se va. ¿Quién está observando? El observador permanece.

  Hay una sola cosa en ti que es constante, y es el observador. To­do cambia, sólo el observador permanece. Siempre está ahí, aun cuando estás profundamente dormido está observando los sueños, aun cuando no hay sueños está observando el sueño profundo. Cuando estás despierto está observando el mundo, cuando estás dormido está observando tu mundo interno, pero la observación continúa. Ni siquiera por un momento se detiene la observación. Esto es lo único eterno que hay en ti, lo único no temporal: tu co­razón. .. Los Sufis lo llaman el corazón... y es uno. Y conocer al uno es ir mas allá de todos los errores.

Uno por uno es uno,  
ni más, ni menos:
el error comienza con la dualidad;
la unidad no conoce el error.

 Esta unidad es llamada Unión Mística. Ésta es la unidad místi­ca. Ésta es la integración, la individuación, el centramiento del al­ma, y entonces puedes permanecer centrado aun cuando hay un ciclón rugiendo a tu alrededor. Entonces eres el centro del ciclón.

 Entonces puedes permanecer en el mundo sin ser del mundo. Todos los errores surgen de la dualidad. Y tú no eres solamente dual, eres una multiplicidad. Entonces, errores, errores y errores ... ¡te has dividido en tantos fragmentos! Eres una multitud, ése es tu problema, y la multitud está peleando constantemente. Y sigue pe­leando. Eres una guerra civil.

 Y en consecuencia tu vida pierde toda alegría, toda dicha y toda gracia.
Sé uno y repentinamente se alcanza la gracia. Repentinamente y sin esfuerzo te vuelves elegante. Entonces tu vida tiene una belleza propia. Es exquisita. Ya no es más esa vida común, fea, vulgar, mun­dana. Ahora es lo más santo de lo santo. Es sagrada, es divina.

El camino que debes recorrer tú mismo
consiste en pulir el espejo de tú corazón.

¿Cuál es el significado de «pulir el espejo de tu corazón»? Más y más, haz de tu corazón tu centro. Cae en tu centro más y más. To­da vez que te acuerdes, muévete al corazón, baja de la cabeza. Sé ob­servador, despierto.

 Pero debes estar despierto de un modo muy amoroso. De no ser así, también estar despierto puede volverse sólo parte de la mente. Si es estar despierto amorosamente, si es estar despierto del cora­zón, entonces lo será desde el centro de tú ser.

 Entonces, cuando estés consciente, sé también amoroso. Permi­te que el amor y la consciencia se encuentren y se mezclen; permite que tu consciencia sea bañada por el amor. Puedes observar una flor sin amor, la observación estará allí pero sin amor será un fenóme­no seco: Esta observación es posible aun a través de la cabeza, pero entonces no pulirá el espejo de tu corazón.

Observa y, sin embargo, sé amoroso. Observa amorosamente. Lentamente, tu observación y tu amor se vuelven uno: son dos as­pectos del mismo fenómeno. Entonces esto es pulir el corazón. El amor es el método de pulir el corazón. La consciencia te ayuda a lle­gar al corazón y el amor te ayuda a pulirlo. Y cuanto más se lo pu­le, mejor refleja la realidad.

El camino que debes recorrer tú mismo
consiste en pulir el espejo de tú corazón.
No es con rebelión y discordia...

 No es necesario que pelees contigo mismo, no es necesario que te impongas nada, no es necesario que estés en conflicto. Tienes que llegar a estar en armonía, no en discordia.
Por eso, el Sufismo no tiene nada que ver con el ascetismo. El asceta es un masoquista; no es una persona realmente religiosa. No se ama, se odia.

El Sufi se ama, el Sufi ama todo. El Sufi es amor.

No es con rebelión y discordia
como se pule el espejo del corazón,
liberándolo de la herrumbre de la hipocresía y la incredulidad.

 Recuerda, te dije que si actúas desde la mente las posibilidades son dos. Una es la hipocresía, la así llamada persona religiosa: hin­dú, musulmana, cristiana, jaina, judía, la así llamada persona reli­giosa, el hipócrita. Ésta es una posibilidad.

 La otra posibilidad es la incredulidad, el ateísmo: «No hay Dios. He buscado, he buscado hasta los límites mismos de mi razón y no he hallado a Dios. No hay Dios».

 Ambas actitudes son tontas. Uno debería permanecer sin sacar una conclusión. Uno debería permanecer en el límite de la razón sin conclusión alguna, simplemente silencioso, pasivo, disponible. Entonces la presencia de Dios te hace entrar.

Tu espejo es pulido por tu certeza:
por la pureza sin aleación de tu fe.

 Hay una certeza a la que se llega a través de la razón, pero esa certeza siempre está basada en la duda. La duda no puede ser des­truida por la razón ya que ésta se alimenta de duda, la razón co­mienza con la duda. La razón empieza cuestionando, razonar es bá­sicamente escéptico. Entonces, aun si llega a una conclusión, ésta será sólo hipotética. Será sólo temporaria. Si se revelan algunos he­chos nuevos, la conclusión deberá, ser cambiada.

 Es por eso que la ciencia nunca puede decir: «Ésta es la verdad». La ciencia sólo puede decir: «Hasta ahora, lo que conocemos pare­ce ser la verdad». Sólo puede decir: «Hasta el momento, hasta aho­ra, esto parece ser la verdad. No podemos decir nada sobre el ma­ñana. Vendrán nuevos hechos, se revelarán nuevos hechos, enton­ces tendremos que cambiar».

 Hoy en día, Newton está desactualizado. Pronto Albert Einstein estará desactualizado, pero Buda jamás estará desactualizado, Lai-Khur jamás estará desactualizado, Jesús jamás estará desactualizado. Porque nada de lo que dijeron está basado en la duda. No llegaron a ello a través de la razón, llegaron a la conclusión a través del corazón, y el corazón conoce lo eterno porque está en contacto con lo eterno. La cabeza sólo está en contacto con lo temporal, lo momentáneo.

Entonces, hay una certeza a la que se llega a través del amor, no a través de la lógica. Hay una certeza a la que se llega no por medio de la cabeza, no a través de la cabeza, no por medio de algún silogismo, sino por medio de un corazón que canta, un corazón que baila.

 ¿Has sentido alguna vez alguna conclusión, alguna certeza, algu­na certidumbre surgiendo de tu amor? Entonces entenderás el sig­nificado. Cuando dices: «Amo a esta mujer», ¿has llegado a esta conclusión a través de la razón? Si has llegado a ella a través de la razón, podrá desaparecer en cualquier momento.


Sufismo
Sufismo 


 Es por eso que en Occidente el amor se ha vuelto un fenómeno muy momentáneo. Hasta al amor se llega a través de la cabeza. Lle­gas a la conclusión: «Ésta parece ser la mujer más hermosa de todas las que conocido hasta ahora. ¿Quién sabe del mañana? Puede haber una mujer de nariz más larga, una mujer con cabellos más hermo­sos, una mujer con ojos de un brillo más profundo... ¿quién sabe? Nada puede decirse del mañana. Esta mujer podrá volverse desactualizada; siempre puedes encontrarte con una persona mejor.

 Si llegas a la conclusión a través de la cabeza, entonces el amor nunca llegará a ser profundo e íntimo. Será momentáneo, será sólo arbitrario. Esto es lo que está ocurriendo en el mundo. El amor se ha vuelto muy arbitrario y del momento; es sólo un arreglo del mo­mento.
Éste no es el modo de crecer profundamente en el amor. El amor requiere intimidad. El amor requiere una certeza a la que no se lle­ga a través de la cabeza sino a través del corazón. Cuando se llega a una certeza a través del corazón, es para siempre. No cambia.

 Benditas son aquellas pocas personas que aún pueden tener en su amor alguna certeza del corazón. Ahora son muy raros en la Tie­rra; esa tribu está desapareciendo, esa especie está desapareciendo. y ésa es una gran calamidad.

 Ahora, si vienes a mí y, al escucharme, al encontrarme lógico, atractivo para tu lógica y razón, te conviertes en discípulo, eso no llegará muy lejos. Mañana podré decir algo que sea contradictorio, que te deje perplejo. Eso creará dudas.

 Pero si es una relación del corazón: no oyendo lo que digo sino viendo lo que soy, no escuchando sólo mis palabras sino también mis silencios, no escuchando la filosofía que enseño sino la presen­cia que derramo sobre ti... entonces hay una certeza que es fe, que es confianza, que es para siempre.

Si llegas a través de tu razón, es sólo arbitrario. Nunca estarás en un estado de soltarte. Estarás siempre allí, observando por el rabillo del ojo: si algo va en contra de tu cabeza, entonces yo no soy para ti. Entonces tengo que estar siempre satisfaciendo tus expectativas, co­sa que no puedo hacer, cosa que ningún maestro puede hacer nun­ca. Y cualquier cosa que diga, siempre la interpretarás a tu modo.

el espejo del corazón es pulido por tu certeza:
por la pureza sin aleación de tu fe.
Libérate de las cadenas que has forjado a tu alrededor;
pues serás libre cuando estés libre de la arcilla.
El cuerpo es oscuro, el corazón brilla radiante;
El cuerpo es mero abono, el corazón es un jardín florido.

 Desidentifícate de tu cabeza y desidentifícate de tu cuerpo. Re­cuerda que no eres otra cosa que tu observación. Y esto no quiere decir que debas estar en contra del cuerpo. Los Sufis tampoco están en contra del cuerpo; aman al cuerpo porque el cuerpo es el abono. Puede volverse fragancia; debe ser transformado.

... el corazón es un jardín florido.

 El cuerpo debe funcionar como abono en el jardín del corazón. Uno no debe estar en contra del cuerpo o en contra de la cabeza. Usa la cabeza hasta llegar a la puerta, usa el cuerpo de manera que se convierta en el suelo.

 Pero recuerda siempre, la flor del corazón, la flor de estar des­pierto del corazón debe abrirse en ti. Y puede florecer en cualquier momento. Todo lo que se necesita es abandonar las cadenas que has forjado a tu alrededor: tus defensas, tu armadura, tus protecciones.

 Libérate de las cadenas que has forjado a tu alrededor;
pues serás libre cuando estés libre de la arcilla.

Nos hemos identificado demasiado con la tierra, con el cuerpo, con la arcilla. Nos hemos identificado demasiado con la materia, hemos olvidado que no somos nada más que un testimoniar. Este testimoniar es tu realidad última. Permite que se convierta también en tu realidad inmediata, y te convertirás en el jardín del corazón. y florecerás.

 Y a menos que florezcas convertido en un gran loto, en un gran loto dorado, tu vida será en vano.
Eso es lo que Lai-Khur le dijo a Sanai: «No malgastes tu vida es­cribiendo elogios para reyes tontos. Dios pronto te encontrará, y no serás capaz de responderle. No sigas siendo ciego. Haz algo: ¡Abre tus ojos!».

Sanai escuchó y fue transformado ... escúchame: tú también puedes ser transformado.

... Suficiente por hoy.  Osho 

Fuente: Osho/Bhagwan Shri Rajnísh/es.wikipedia.org/
Fuente: oshogulaab.com